01 julio 2011

Morderse las uñas, más allá de la estética

Los especialistas consideran que morderse las uñas es un recurso para reducir la ansiedad, la inseguridad, la depresión o la angustia
Muchas personas se muerden las uñas. Se calcula que la onicofagia, el nombre que denomina este hábito, afecta a un 45% de los niños y a un 10% de los adultos. Pautas sencillas, destinadas a eliminar el hábito de forma progresiva y sin traumas, son mucho más efectivas que las prohibiciones o el hecho de convertir la costumbre en un problema grave.

Con el tiempo, esta costumbre se convierte en un acto reflejo inconsciente y automático, por lo que cada vez resulta más difícil dejarlo, sobre todo, ante situaciones de estrés, nerviosismo, angustia o insatisfacción personal. Afecta por igual a ambos géneros y, aunque no es grave, se considera un problema médico sin resolver. Se desarrolla entre los 4 y los 6 años de edad. Su tasa aumenta conforme se acerca la adolescencia, con un pico entre los 10 y 11 años. A partir de esta edad la frecuencia disminuye, sobre todo, entre las chicas.
La onicofagia puede provocar alteraciones en los dientes. El repiqueteo constante de un incisivo contra el otro (inferior y superior) hace que se desgasten y que las piezas dentales queden como recortadas. Los investigadores del trabajo reciente añaden otras modificaciones como: mala oclusión de los dientes anteriores, infecciones parasitarias intestinales, bacterias, virus, hongos o cándidas en la uña que, en muchos casos, se trasladan a la mucosa oral, o destrucción alveolar
Evitar el sentimiento de culpa
Tratar la onicofagia no es fácil. Muchos progenitores intentan solucionar el problema con castigos, someten a los niños a presión y les reprenden cada vez que se las muerden. No obstante, estos intentos a menudo no son eficaces. Debido a que es un problema con origen en el sistema nervioso, darle demasiada importancia puede provocar el efecto contrario y crear un círculo vicioso de difícil salida. Los expertos recomiendan diversas acciones que ayudan a abandonarlo de forma progresiva y pausada.
Una de las primeras recomendaciones. Resulta útil el uso de sustitutos en momentos clave, incitadores a la onicofagia, como comer un chicle sin azúcar o masticar una zanahoria. Mantener las manos ocupadas con otros objetos en momentos de tensión es efectivo. Si el niño aprende técnicas de relajación podrá controlar esa tensión, un aspecto básico para el cese de la costumbre. 

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